miércoles, 29 de junio de 2011

Canciones populares

Por JulioHenry

Justo aquel domingo se ausentaría. El deber lo llamaba; tener que perderse la siesta Dominical, tal vez el juego de pelota, la once familiar del Domingo, la película, todo aquello a cambio de horas en el trabajo. Hubiese estado mal todo si acaso no hubiera llovido aquel día. Desde la mañana, una tupida llovizna había rozado su rostro preocupado, había mojado su cabello limpio, y sus manos enfriadas por las gotas gélidas de aquel invierno ya en su ocaso. Pero debía cumplir con su cometido; debía tomar su responsabilidad. Se preparó entonces mecánicamente, como de rutina, y salió de casa rumbo al centro. Esperando bajo el amparo del techo de la parada del bus, sus frías palmas se apoyaban en el paraguas negro que tenía. Escuchaba una compilación de canciones populares que había conseguido, ya que le gustaba otro tipo de música. Pero la ocasión ameritaba la nostalgia. Y tocó "Tabaco y Chanel". La lluvia, la calle, la ausencia de almas, el frío de su rostro contrastado por el calor de su pecho, se juntaron todos aquellos en un solo paraje y la música que sonaba triste y desconsolada. Se acercó entonces una silueta que había alcanzado a ver a lo lejos, con dos bolsas en sus manos, probablemente del mercado. Su ropa no estaba de acuerdo con el tiempo que hacía, su cabello estaba húmedo, su figura estaba doblada quizás por qué motivo. Con cada paso que se hacía cercano, la canción se tornaba más melodiosa en sus oídos. Así, llegó a su lado aquel hombre, su cara angustiada, triste y perdida dobló para hablarle a aquel. Entonces, lo miró fijamente, directo a los ojos, unos ojos casi sin vida, y escuchó con atención las palabras de ese desconocido:

-"¿Te puedo decir algo? Solo una cosa, y me voy."

-"Dígame -repuso él-.

-"¿Cómo puedo demostrarle que la amo sólo con seis billetes? No lo sé. Sabes, soy un perdedor. Pero yo no soy una mala persona, yo la amo, y amo a mi familia. Sí, la amo."

-"¡Qué bien!" -dijo él, un poco desconcertado con la situación-

Y se quedó allí, sentado, mirando como aquel desconocido se perdía en el horizonte gris y lluvioso de aquel Septiembre. Su canción se tornó una aflicción, sus ojos no se explicaban el evento, no podía quitarse de la mente aquel rostro afligido, y solo pensaba en que debió ser mejor su respuesta. Pero al fin, pasó el bus que lo llevaría a su destino. Se puso de pie, más sus piernas casi congeladas quesieron tambalear. No podía evitar pensar en aquellos ojos indelebles. Tomó asiento en el bus, el mismo de siempre y meditó en eso, todo el camino. Las canciones aquellas parecían no tener fin, y cada vez eran más vorágines para su mente. Solo pudo concluir, que aquel desconocido no era más que él, en unos cuantos años más...